Este mes de mayo se cumplen 53 años del revolucionario mayo del 68, un acontecimiento que quizá no logró cambiar el sistema, pero sí generó una transformación profunda en las ideas y valores de la sociedad.
Hoy, recuperamos uno de sus lemas más icónicos para reivindicar, desde nuestra minúscula parcela, nuestra determinación de cambiar algunas cosas, y es que ese “seamos realistas, pidamos lo imposible” está en la base de lo que siempre nos ha empujado a seguir.
Quienes conocen nuestro periplo saben que siempre fuimos realistas sobre las posibilidades económicas de nuestro proyecto. Seguramente, éramos muy ambiciosas en un sentido y muy poco en otro. Dicho de otra forma, sabíamos que no nos íbamos a forrar, pero confiábamos en poder desarrollar un modo de subsistencia económica viable.
Producir localmente, con materiales y procesos sostenibles, eliminar el plástico de nuestros packagings, colaborar con empresas del sector social o destinar parte de nuestros beneficios a causas solidarias, parecían una utopía absurda cargada de buenas intenciones pero carente de todo pragmatismo empresarial.
Sin embargo, tras algunos años de obstinación y trabajo, hemos conseguido implementar todos estos objetivos, al tiempo que otros aparecen en nuestra hoja de ruta.
Hoy estamos aquí, y con toda la incertidumbre que sacude el mundo, nos aferramos a la certeza de seguir persiguiendo lo imposible como única alternativa real.