«Viajamos despacio, para llegar muy lejos»
Escogimos esta frase para la contraportada de nuestro Pasaporte Viajero a modo de inspiración o quizá como declaración de intenciones, pero nunca pensamos que podría ser un lema para disidentes. Hoy lo es. Y no es que haya pasado mucho tiempo, pero esta tendencia a devorarlo todo a la velocidad de la luz nos obliga a tomar parte en una batalla que no podemos ganar. ¿Por qué alzarse entonces?
No tenemos una respuesta contundente pero sí varias que nos empujan a no darnos por vencidas: por responsabilidad, porque somos madres o padres, para minimizar las pérdidas, para ganar tiempo, para vivir…
Sí, quizá nos estamos pasando con el tono apocalíptico pero no cabe duda de que la velocidad con la que digerimos todos los contenidos es, como mínimo, preocupante. Sin ir más lejos, el simple hecho de mantener un blog es tan anacrónico que solo puede entenderse como acto de ingenuidad o de rebeldía.
Últimamente, hemos visto como blogs con contenidos de mucha calidad se cerraban definitivamente, al tiempo que prolifera un nuevo concepto bautizado como vlog, en el que los contenidos en formato de vídeo sustituyen a la escritura.
Pero no es solo que no haya tiempo para las palabras, es que tampoco lo hay para las imágenes. Las RRSS han impuesto una censura también para las imágenes estáticas, y no podemos evitar las preguntas absurdas:
Si una imagen vale más que mil palabras, ¿cuántas imágenes vale un vídeo?
Mientras pensamos la respuesta, podemos echarnos unas risas viendo reels de pandas haciendo volteretas en la nieve, o cualquier otra tema capaz de abducirnos porque, quede claro, el problema no es consumir este tipo de contenidos como entretenimiento (¡para nada!). El problema, ¡ay! es que sean los únicos.
Seguro que todo esto os suena, y no es que nos estemos subiendo tarde al carro del Slow Movement, simplemente hoy le dábamos vueltas a esta ocurrencia loca de Me&Mine y su manía de buscar excusas para compartir tiempo y experiencias entre niñ@s y adultos.